Adrián Martínez. Invertebrado

 

Invertebrado

 

Mi espalda se sostiene de un exoesqueleto;
cuando no estoy en cama, o lo mudo
cruje el vinilo mal formado de la médula,
una pieza de drone involuntario
proclive a ser sobregrabado
con los samples de tus mensajes de voz.

Mi espalda es una calle mexicana del bajío,
de un barrio con residentes de la tercera edad
pavimentado hace 24 años,
gentrificado hace tres.
El arte de las calles me impulsa a las cantinas
El ñiño de la botana dice señor.
Tengo veinticuatro pero te ves de treinta.

Mi espalda es una mirada que termina en el piso.
No tiene facciones o líneas expresivas,
solo una cicatriz inexplicable.
La del concreto roto por el agua,
por todos los que le han pasado encima.
Trato de cubrir las calles de mi barrio
con un derivado de la gasolina
que permite que en ella sigan fracturando los autos
y todavía –a veces- un caballo viejo que carga fruta.
El tacón de una bota se clava en una nueva grieta,
y arranco un accesorio a la mujer que corre
para nunca volver a caminar encima de mí.

Mi espalda es el origen del comparacionismo;
la crítica de las formas fáciles para lo irresoluble
y una queja que no dimensiona
lo fantasmagórico de su andar
ni la fácil fantasía, en el alivio
de la codeína púrpura y ferrosa,
que el hígado celebra;
invertebrado molusco que busca
derramarse y tomar el accidente.

Mi espalda no se rebela, ni aprisiona
el tentáculo de un kraken.
No busca darme motivos convincentes
para tratarla con delicadeza y buenas posturas,
si acaso busca darme una razón.

Para recordar que todos fuimos invertebrados.

 

 

Adrián Martínez, León, 1991, director editorial de Editorial Montea, autor de «Le vendí mi alma al demonio del copyright©» (Suicide Editors, 2015)

 

 

 

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