Daniel Rojas Pachas. Cisneros y Chirinos

 

Cisneros y Chirinos

 

Becado por la Guggenheim y presente en todas las antologías que en ese tiempo se publicaron en nuestra lengua -y no hablo de esos libros piojosos que nadie compra o que editan unos sellos de mierda en que se incluyen puros mediocres inflándose al poner a un par de autores reales.

Hablo de libros indispensables.

Este sujeto, hoy pobre, vive en una depresiva ciudad industrial como el único rastro de esplendor cultural, una especie de estatua a la cual recurren los políticos cuando necesitan un niño símbolo. De ese modo consigue algo de sustento para alargar sus días. Es dueño de una casa en el comienzo de la zona rural y allí peregrinan algunos alucinados para sentirse parte del vertedero de la historia literaria del país.

Hace años que no lo veo, siento que le fallé. Le prometí colaborar con pinturas en una edición y no cumplí. Mi ausencia en el proyecto condicionó a los editores quienes al final desistieron. En ese momento mi obra estaba en ascenso y tenía esa clase de poder. Lo último que supe es que trabaja en un cantar de gesta apocalíptico con un estilo clásico que fusiona tecnolectos, y que hay un par de editoriales interesadas. Una amiga en común me comentó eso hace un año y medio, el espera que el país lo reivindique de algún modo y cree, me parece con ingenuidad que los jóvenes que viajan a verlo y que se toman fotos para las redes sociales y lo pontifican lo pondrán de nuevo en circulación. Un esfuerzo que siento no va más allá del boom instantáneo que goza un estado de facebook o un post en twitter.

 No me interesa perseguir con ojo académico o pedofílico a las nuevas generaciones. Tampoco me interesa el futuro de la juventud. Lo que está bien está bien, lo que está mal está mal, sea de la edad que sea. En realidad, los poetas más jóvenes son aquellos cuyos nombres no me dicen nada.

En mi sueño A, lo llamaré así, me pedía lo llevase al aeropuerto de la ciudad en que nos conocimos y comenzamos nuestra amistad. Yo lo había invitado a leer en una muestra de mis pinturas y él había aceptado viajar desde el lugar en el cual vivía ahora. Entusiasmado compartimos, todo fue un éxito, dio además una charla en la universidad a jóvenes fascinados y luego bebimos hasta caer dormidos. Él partió a su hotel a la mañana siguiente, yo regresé al bar y seguí bebiendo hasta que una enojada mesera que era una versión joven de mi ex mujer me dijo que ya no podían seguir vendiéndome alcohol porque estaba ebrio, así que lo mejor era irme sin escándalo y eso hice, no sin antes tratarla de puta fascista.

Tengo ese tipo de reacciones cuando estoy borracho, era lógico que en el sueño también actuara como un cretino. Al parecer ese día no nos vimos, hay un vacío en el sueño como es usual. Lo que recuerdo es…

De pronto estar en otra escena en que iba camino a buscarlo a su hotel sin mucho éxito.

Lo encuentro deambulando por unas calles abandonadas llenas de putas con libros en las manos. Le pregunté si había entregado la habitación a lo que respondió con un movimiento ambiguo de su cabeza. Pregunté por sus cosas. Señaló que sólo viajaba con una maleta pequeña pero no dio mayor referencia al respecto y partimos en el primer taxi que encontramos. Unos cuantos kilómetros antes de llegar al aeropuerto nos topamos con que la carretera estaba cerrada por un choque. Iba a perder su vuelo. No podíamos permitirlo. Decidimos ir caminando total era una distancia tolerable. Él llevaba la bendita maleta que salió de algún lado. Al pasar por el sitio del accidente vimos una bolsa negra y una gran poza de sangre fresca y muchos policías que nos miraron con mala cara, así como una ambulancia y paramédicos que ayudaban a la persona aún atrapada en otro auto. Tenía la cara destrozada y no paraba de gritar. Yo volví la mirada a la bolsa negra que contenía un cadáver a punto de ser trasladado, el muerto era yo y la mujer que gritaba era una versión adulta de la chica, en realidad era una mezcla de rasgos, podía decir que era Gina con el rostro deformado por el llanto. A hizo un comentario rarísimo en una lengua ininteligible sobre el horror y el miedo -eso pude percibirlo-. Yo pensé en la caricatura favorita de mi hermana cuando niña. Un programa extraño para esa época: Fiends[1]. Una serie de detectives del futuro con autos que volaban, chicas tipo Barbarella y punks post apocalípticos dominando las calles. Esa idea peregrina no tenía nada que ver con la monstruosidad, el dolor y las citas de Sebald que A repetía. No podía quitar la vista de mí mismo destrozado a un lado de la carretera y el sufrimiento, el horror de esa mujer que tenía ganas de consolar.

En ellos la tradición peruana existe, pero como insistencia, o, si quieres, como síntoma, y eso me parece lo más valioso porque creo que los mejores poetas son aquellos que están, como Rimbaud, podridos de literatura. 

Lo único que tenía claro es que no tenía ganas de escuchar a A en ese momento. Ya no sabía si esto era un sueño o algo que pasó pero no junto a A sino con mi padre cuando tuvimos que caminar kilómetros para llegar a nuestro destino, cualquiera fuese, producto de una colisión de vehículos más aparatosa que la que se supone vimos con A y que me costó la vida.

Con obscena atención seguí pensando en el accidente. Al llegar al aeropuerto tuvimos que correr para poder  embarcarlo. Estábamos casi en la hora, ya todos los pasajeros habían subido. Sólo A restaba. No paso mucho entre el diálogo que debimos sostener con la asistente de la aerolínea en la puerta de embarque cuando sentimos un terrible estruendo, gritos y luego el fuego. Una onda de sonido arrasó con los vidrios del lugar, sentí algo que me pareció el batir de puño de un gigante. El impacto nos hizo retroceder y guarecernos de los cristales. Un avión había explotado, era el avión de A y eso ocasionó otras explosiones en la pista de aterrizaje. Sólo sentía un pitido, gran cantidad de polvo en suspensión y bruma. Me arrastré por escombros y corté mi mano derecha, sentía la mitad de mi cuerpo desfallecer, sentía un ardor en las piernas y pensaba en A, en mi padre, en la mujer llorando, en mi hermana y el protagonista de la serie de detectives espaciales. Era una buena serie. Te lo aseguro, de esas cosas que ya no ves en televisión.

 

 

[1] El gigante de overol posó sus brazos, torneados por la faena de empujar desperdicios en el sector sur, sobre una pared marcada con grafitis en contra de la unión, rayones que pedían la cabeza del Patriarca y sus agentes mientras las proclamas a favor glorificaban a los FIENDS, aquella banda denominada por el gobierno y los medios “terroristas y sodomitas”. Su sello característico era un cráneo riendo, imagen que en el pasado identificara a una banda protopunk. El delgado travestí, que respondiera al nombre de Spider from Mars o al alias de Twilight Sparkle, se levantó el vestido por encima del ombligo y sin dudar, concentrado en la imagen del FIEND, arremetió en contra del ano del gigante, cuyos gemidos de placer se confundieron en el acto con un segundo estertor, esta vez un apagado suplicio de dolor. El largo punzón que Spider sacara de entre medio de sus greñas relucientes había penetrado la oreja derecha del enorme sujeto. Twilight soltó instintivamente el arma y la cintura de su víctima, retiró su pene y se dejó fascinar por la lentitud con que el cuerpo de su enemigo se diluía, arrastrando el rostro por el muro hasta impactar con el suelo. Pensó en patearlo, arrancar su cráneo y violarlo, tal como éste y sus amigos lo habían hecho con Esmeralda, su hermana de diez años, hace unos meses; sin embargo, prefirió observar la limpieza de su acto. El hilo de sangre diminuto escurriendo por la oreja de Tucker le hipnotizó mientras tomaba un paquete de nicotina del bolsillo superior del overol marcado con la insignia de la unión. Al dejar atrás el cuerpo y las máquinas, comenzó a reír con locura. Secándose las lágrimas, arrojó la peluca brillante a una ruma de telas y contenedores vacíos. Al pasar por una recámara destinada al control de plagas, se topó con otro sujeto inerte. Éste conservaba el punzón en la oreja y, desnudo de la cintura hacia abajo, yacía sobre una pila de basura en clara descomposición. (Descripción de una de las escenas del anime de los años 80 producido por Tokyo Movie Shinsha. No está acreditado pero el personaje central de la serie animada del 2000 de My Little Pony, tomó el nombre del protagonista del Anime Fiends).

 

 

 

Daniel Rojas Pachas (Lima-Arica, 1983) Escritor y Editor. Actualmente reside en México dedicado plenamente a la escritura y a cargo de la dirección del sello editorial Cinosargo. Ha publicado los poemarios Gramma, Carne, Soma y Cristo Barroco, y las novelas Tremor, Random y Video killed the radio star. Sus textos están incluidos en varias antologías –textuales y virtuales– de poesía, ensayo y narrativa Chilena y latinoamericana. Más información en su weblog www.danielrojaspachas.blogspot.com

 

Imagen: Neo Rauch

 

 

 

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