David Jurado. El jardín de Graciela

El jardín de Graciela

 

 

Live del 15 de abril a las 18:13 pm. A 6 min de su inicio:

“¿Qué?, ¿me conoces?”

Ella debía trabajar de ocho de la mañana a doce del medio día como maestra en el jardín “La primavera”, y luego, entre las tres y seis o siete de la tarde, tenía su segundo trabajo. Vivía con su mamá, una señora de alrededor de sesenta años, aunque no los aparente. Su hija entraba al restaurante una o dos veces por semana. Le quedaba camino a casa, la ruta 509 la dejaba sobre la avenida Los rosales y tenía que pasar por el frente del restaurante cada vez que iba al jardín o regresaba de él. Pocos clientes comen en el restaurante todos los días, pero la mayoría viene dos o tres veces por semana. Ella era uno de aquellos. Nuestra carta es sencilla y no había cambiado desde que abrimos. Vendíamos exclusivamente comida vegetariana. Ella pedía para llevar siempre lo mismo: Puré de camote con arroz y Guiso de col con chorizo de soya. Nunca supe cuál era su plato, tal vez se lo repartían mitad y mitad con su mamá o se turnaban. Ahora sólo muy de vez en cuando su mamá llama para pedir a domicilio, vegetariano, por supuesto.

Live del 15 de abril a las 18:05 pm. A 10 min de su inicio:

“¿Quieres que se los arranque poco a poco?”

Buena parte de mi vida la sometí a un régimen de oficinista con una migaja de salario en un despacho de abogados hasta que por medio de un forense me metí en el diario “El hoyo”. Redactaba la sección “Crímenes de Familia”. Ahí estuve seis años y medio reportando salvajadas, como quien dice sin escrúpulos, hasta que Graciela encontró un trabajo, dos en realidad. Lo dejé sin pena ni gloria, solo que ahora que estoy sola no estaría mal reintegrarme al periódico a pesar de un problema de artritis que no me deja en las mañanas, cuando hace frío no puedo mover mucho las manos y menos teclear una nota. Mi pensión no es suficiente. Por eso también tengo ganas de seguir con el contrato que tenía Graciela con la hotline. Ella hablaba por teléfono mientras comíamos o veíamos la novela de las ocho, de vez en cuando se confundía y llamaba al cliente como uno de sus alumnos y a mi me daba risa. Adoraba a los niños. Quizás demasiado. Yo no le decía nada, al fin y al cabo de eso comíamos. Pero ella tampoco nunca me habló de las atrocidades de ese cabrón del James. En todo caso le ayudé con lo que pude para que comprara una lap top y un buen celular con cámara integrada e internet ilimitado para los lives. Ahí los judiciales me devolvieron esos aparatos, yo lo utilizaría pero no sé, con el chismerío de las vecinas ya para qué andar levantando más avisperos. Y aunque no lo crea, a muchos les gustan las arrugas. Las que traen plástico se las dan de muy acá pero esas son las más, las menos somos nosotras. En todo caso amigos del periódico me aseguraron que si me lanzaba ellos igual y me echaban una mano con un click-bait en redes. No sé qué es eso, pero me imagino que es publicidad. Igual y después de hacer el duelo me animo, de algo hay que comer.

Llamada del 13 de abril a las 6:18 pm. 4 min después de contestar:

“Ese es de regalo, no te cobro, ¿ok? Sé puntual niño malo si quieres ver lo que hace una amazonas.”

A partir de los hallazgos y la historia clínica, certifico que la muerte se debió a una hemorragia intrabdominal. Consecuencia: Hipoxia hipémica y colapso circulatorio. Descripción: El cuerpo es de un hombre de 55 años, blanco, delgado, mide 1.72m y pesa 68 kilos. Tiene el cabello negro, sus ojos son de color verde oscuro. Los genitales muestran signos evidentes de lesiones. Hubo una severa hemorragia interna. El examen de sangre mostró altos niveles de fentanilio, lo cual sugiere que durante la hemorragia el sujeto estaba inconsciente.

Llamada del 11 de abril a las 7: 13 pm. 2 min después de contestar:

“Contén la respiración e imagina mis dientes en tus genitales.”

Tengo esposa y dos hijos, todos trabajan en el restaurante. A ella la trataba como cualquier otro cliente. La verdad no era una mujer especialmente atractiva pero pues al verla pasar por aquí seguido se volvió intrigante. Pedía su orden con formalidad, hablaba despacio y se movía con calma, a veces sonreía como una niña. Por fin un día llegó con una carpeta en la que alcancé a notar un nombre, “Espuma del mar telecomunicaciones S. A.”. Tardé una semana en localizarla. La verdad, no fue fácil. Al principio tuve miedo, quizás porque no sabía si iba a reconocer mi voz. En ocasiones había otra persona con su mismo seudónimo y tenía que colgar, sabía que no era ella. Un día llamé y antes de que me contestaran que la veo pasar por el frente del restaurante. Ahí me fui detrás, sin pensarlo dos veces, al cabo ya había cerrado. Y desde entones me dio por escaparme y seguirla. Los jueves, antes de pasar por el restaurante, se encontraba con el director del jardín, el tal James Escoti Fergara, en un hotel de paso del centro. Luego me enteré que no era solo él, que adentro había dos más. Si, siempre dos más. El de recepción me lo dijo a cambio de una semana de domicilios, y me dio incluso los nombres: Sandro Boticiano González y Leonardo Rubrero Zurdo. De esos también se vengó. Lo que pasaba adentro, la verdad no sé. Pero ya tenía que estar harta. Poco antes de las dos pasaba por el restaurante y yo llegaba con un kilo de chorizo de soya para justificar mi salida y la saludaba. Esa era su rutina los jueves antes de que habláramos, hasta que un día no salió del jardín infantil. Pidió un domicilio y yo mismo fui a llevárselo y ahí me quedé. A eso de las cinco de la tarde la vi despedirse de otras maestras y volver a entrar al establecimiento por la parte de atrás, por donde hay unos columpios de colores. El director la tenía que estar esperando. Habían cambiado el hotel por el jardín, pero los otros dos no llegaron, para entonces ya debían estar en otra velada. La verdad, cuando la vi entrar, yo pensé que iba a estar sola, encerrada en una de las salas. A la hora acordada me puse en contacto con ella, estaba a media cuadra del jardín, dentro del auto. Ella cortó la comunicación antes de que pudiera decirle mi nombre. Estaba excitado y quería que supiera quién era yo porque yo sabía quién era ella. Nunca había visto algo así, la verdad. Abrí la puerta poquito y me vine, luego me fui a casa, me sentía como observado.

Llamada del 09 de abril a las 8:00 pm. 3 min después de contestar:

“¿Quieres llamarme mami, m-a-m-i? ¿Quieres que te consienta, quieres que abra las piernas mientras te arrodillas y te acaricio el cabello?”

Les pedí a los del periódico que me dieran chance para redactar una nota. Al cabo nunca antes había estado tan relacionada con una noticia como esta, lo más cercano había sido la muerte del padre de Graciela, un lamentable accidente a pesar de lo que afirman algunos familiares desconsiderados al lanzar acusaciones difamatorias. El cabrón se largó y me dejó sola con la chamaca. Por allá lo atropelló un camión por mala copa. Pero no, la mujer tiene la culpa. Pinche gente. Les dije entonces a mis excompañeros de trabajo que les escribía una nota sobre la muerte de mi hija. Luego tuvieron que publicar otra para aclarar ciertos malentendidos, pero eso es lo de menos, están acostumbrados. Como era la madre de la protagonista la nota se transformó en un testimonio emotivo e íntimo, un dramón de a deveras, mejor que el de cualquier telenovela. “Del puño de su propia madre” rezaba el titular, “Retrato de la arranca huevos del jardín infantil La primavera”. Ni sé cómo pude escribir lo que escribí a pesar de que me dolía en el pecho todo lo sucedido. No pegué el ojo hasta no terminar. Y fíjate, con el dinero de la nota he comido este mes. Si, pido a domicilio, con la artritis a veces me cuesta mucho cocinar.

Llamada del 08 de abril a las 7:48 pm. 2 min después de contestar:

“Desearás mi lengua como el que desea una navaja para cortar la luna”.

DIARIO “EL HOYO”, 17 de abril, Puebla, México.- Esta historia la cuento yo, la madre de la “criminal”, porque nadie más la conoce mejor, porque con ella viví. Lo que le voy a contar es la verdad. Todo sucedió apenas antier. Marcela me dijo que se quedaba en el jardín pues una compañera de trabajo estaba enferma (situación que ya se había dado en un par de ocasiones). Fue así como me despedí en la mañana para siempre de mi única hija sin saber que lo estaba haciendo, porque luego la encontraron con la mirada perdida y la boca ensangrentada.

Me cuesta mucho recordar mi vida con ella. Me cuesta mucho escribir y hablar de cuando era niña y sonreía al ver a su madre llegar en las madrugadas después de largas jornadas de trabajo. Graciela era profundamente cariñosa y suave como una perla en el mar. Se había ganado la confianza de los profesores y de los niños y niñas del jardín La primavera, el centro educativo para niños con discapacidad en el que estaba contratada medio tiempo. Y sí, el otro medio tiempo trabajaba en una hotline con chat y lives, era Diana la amazonas, Petronila la dulce, Concha la salada, una de las mejores lenguas calientes de la línea, una fuente de inspiración para las novatas. A veces me sorprendía cuán excelente actriz era, cuánta pasión, minuto a minuto, lograba retenerlos media, una hora. Gracias a ella teníamos un poco más de dinero para respirar a fin de mes.

No puedo contarlo todo, pero a mi hija la tenían esclavizada. Somos pobres, ella no hizo la Normal. Sus papeles eran falsos y entró al jardín por un viejo amigo que resultó ser un canalla. Eso lo puedo contar y que digan lo que quieran que aquí ha habido hasta presidentes que trafican sus títulos. Graciela decía que no sabía si dentro de un par de años íbamos a poder pedir un préstamo para poder montar ya no una línea sino un canal por internet. Yo le daba ánimo, le decía que no se pusiera triste, que no tenía porqué, que poco a poco. Fui una ignorante, una tonta, no me di cuenta. El director del jardín la tenía amenazada con quitarle el trabajo y quién sabe con qué más, al punto que una tarde le dio por arrancarle en vivo los huevos con los dientes. Uno de sus clientes la reconoció y no encontró otra salida más que el suicidio. Tal era la pena moral y el miedo en el que murió mi hija…

Chat del 06 de abril a las 6:25 pm.

“Podrás pagarme pero no me das órdenes”.

El cuerpo de Graciela Tresmontes, muerta por intoxicación con barbitúricos, se encontró junto al de James Escoti Fergara en el Jardín infantil “La primavera, educamos estimulando”. Los forenses detectaron que en su boca había residuos de tejido testicular y pelos púbicos de corta extensión. Gracias a un teléfono celular se pudo saber que poco antes de morir había estado en contacto con Cristo Buenahora, dueño de un restaurante que, al parecer, ella frecuentaba. El sujeto declaró que pensó que todo era un montaje y que lo que estaba viendo en su celular era un muñeco. Hasta ahora no se le han imputado cargos. El celador del jardín, que dijo no escuchar ningún llamado de auxilio, los descubrió tirados en el suelo. La acusada sedó a la víctima con un medicamento utilizado para tratar a niños con ataques severos de epilepsia.

Mensaje de Whatsapp del 02 de abril a las 6:30 pm:

“¿Te gusta que te maltraten?”

La Agencia de Seguridad Estatal (ASE) junto con el Fiscal de delitos sexuales declara la nulidad por medio de la presente de la solicitud de exhumación de los cuerpos de los señores Sandro Boticiano González y Leonardo Rubrero Zurdo que presuntamente fueron agredidos en vida por Graciela Tresmontes. Dado que ningún tipo de agresión genital o emasculación apareció en la autopsia y solo se halló un desgarramiento grave del tejido anal en los dos cuerpos es probable que la acusada no haya sido la actora de dichas agresiones. La ASE entiende las peticiones de derecho a la verdad de los familiares de las víctimas y se pone a su servicio para cualquier otro tipo de demanda.

EXTRACTO DEL INTERROGATORIO HECHO A MADRE DE LA ACUSADA

-¿Qué sabía de las citas de su hija con la víctima los jueves?

-Nada.

-¿Nada?

-Decía que los jueves era el día de “Las gracias” porque tenía que cuidar a tres niños que no solo estaban enfermos sino que eran jodidos. Nunca pensé que fuera otra cosa.

Llamada del 01 de abril a las 6: 47 pm. 10 segundos después de contestar:

“Si a eso te dedicas entonces dime cuánto se demora un chorizo en asarse.”

Lo que sucedió ese día fue intenso, la verdad, quizás más para ella. Y no la culpo, si lo hago estaría yo también en el hoyo. Todavía me pongo nervioso, se me pone la piel de gallina así nada más cuando pienso en ello. Luego me llegó el rumor de que la mamá estaba en lo mismo que la hija. Aquí los chismes vuelan más rápido que los trinos por las redes. Pues no, no he llamado, para qué le miento, tengo una familia. Si, ampliamos el menú. La idea de las criadillas fue de mi esposa. No faltaba el curioso que venía nada más por ver, se tomaba un jugo porque se les hacía raro que no vendiéramos carne. Pusimos ese plato en el menú como especialidad y a pesar de que tuve que aprender fue un hit, la verdad. Recientemente añadimos Cabrito al horno con camote y queso fundido, también estofado de ternera con chocolate. Si quiere probar, nomás pida con confianza.

 

 

Imagen: Edward y Nancy Kienholz

 

 

 

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