Cree en la precisión, en el sosiego
fuma con el filtro entre medio y anular
aprueba, bufa
serpiente en tradición-
echada,
suave y redonda, casi vaca.
Auricular a hombro
y un rosario que aguarda su caída
viene y va junto con la cabecera,
ella
se balancea adormilada
entre hipotensión y virtud,
desde la juiciosa altura de la mecedora
es madre, y calla.
Creo en pocas cosas
acaso
en los guardapolvos como opuestos al destierro.
Creo:
No hay camino de regreso al hogar
no hay vuelta sobre los pasos
hay (en cambio)
un único despojo
como orilla de lo verdadero.
Lo demás
es reconocimiento de cuerpos,
recolección,
lectura de testamentos.
Si acecha es porque existe
y es consuelo su existencia
contra el fantasma no hay
ni martillo ni piedad.
No creo en las apariciones,
o en las séptimas hijas de las séptimas hijas
para comenzar no he nacido
acaso,
floto alguna vez.
Y contra el flotar,
qué puede hacerse, mas que poner polainas en los tobillos.
Resuelvan ustedes sujetar un cuerpo
de puro regreso.
Es espantoso que amarrar suene derivado de amar,
es espantoso
estar feliz cuando algo acecha;
pendiente todo el tiempo a la rendija de la puerta.
Preferiría, algunos días, la paz del Valium
o de las camas desconocidas
en que me dejaron desnuda alguna vez.
Qué deseable suena ahora
el adormecimiento triste
contra la exaltación.
Y si floto, ¿quién me amarra sino la mirada misma que me acecha?
contra mi fugacidad sólo puede
algo aún más nebuloso.
No hay nada en mí y soy yo el vacío,
ahora, digan,
¿por qué estoy llena de temor?