El centauro eléctrico

centauro eléctrico

 

Iker Vicente / Eduardo Padilla / Mario Corona / Jorge Palos

 

El centauro eléctrico

 

De Ontiveros sabemos que la Ciencia no le interesaba antes del accidente. Sus biógrafos lo describen como un niño muy poco brillante varios puntos por debajo del promedio, un lerdo a quien la Naturaleza jamás le encomendaría el dictado de sus leyes. Su única afición, se dice, era por el televisor y la filatelia. Esto habría de cambiar en el año de 1985. Ismael Ontiveros caminaba por la calle cuando fue arrollado por un hombre vestido de bombilla eléctrica;  se trataba de un hincha del club Necaxa que regresaba del estadio alcoholizado a bordo de su bicicleta. Y aunque cuesta trabajo imaginar la distancia entre aquel niño sin ángel y la figura de culto que hoy celebramos, podemos afirmar que la bicicleta y la bombilla eléctrica lo habrían de acompañar obsesivamente hasta el día de su muerte.

Eduardo Ismael Ontiveros, apodado “El Edison” por sus compañeros de escuela y re-bautizado (o reivindicado) hace poco por la imaginación popular como el Edison de Tepito, realizó su primera incursión en el mundo de la generación eléctrica en el año de 1990, durante La Feria de Ciencias y Manualidades de la Secundaria 79. Su proyecto consistía en un retablo de la Virgen Morena iluminado por cuatro bombillas incandescentes (dos rojas, dos azules), dispuestas en los cuatro puntos cardinales. La energía de las bombillas sería generada por un imán posicionado en la periferia del rin de la llanta que se aproximaría y alejaría a una bobina colocada tras el retablo de la virgen, generando la suficiente corriente para encender las bombillas.

El experimento fue un éxito. Sin embargo la exhibición habría de durar bastante poco: mientras Ontiveros hablaba al público y explicaba el funcionamiento de su retablo, el voluntario a cargo de pedalear la bicicleta decidió arrancarla de su posición fija y largarse con ella ante la mirada desinteresada de la audiencia. Ontiveros, que siempre fue de malos reflejos, no pudo hacer nada sino mirar mientras el muchacho huía con la bicicleta.

La lectura atenta del diario de Ontiveros sugiere un periodo de casi nula actividad durante los siguientes tres años. Se declara deprimido; en efecto, la mayoría de las entradas en su diario entre el año del 91 y el 94 comienzan con la frase “Amanecí  deprimido” o “Desperté desganado”, seguido de la enumeración parca de lo que comió durante el día o de lo que vio en el televisor durante la jornada. El punto de inflexión parece llegar cuando su madre le anuncia su inminente expulsión de la casa. La inspiración toma muchas formas: Ontiveros desarrolla en un lapso de tiempo admirable su primer prototipo para bicicleta-generador para televisor portátil. El prototipo es exitoso, la madre de Ontiveros ve sus programas mientras se ejercita, y Ontiveros, galvanizado, se dedica al esbozo de nuevos proyectos.

La figura del Edison de Tepito comienza a tomar forma. La voz se corre, se habla de un centauro eléctrico, un hombre mitad bicicleta mitad bombilla que vive con su madre y se consume inventando tecnología futura a partir de chatarra. En poco tiempo comienzan a verse bicicletas- estacionarias con monitores en blanco y negro integrados; las tiendas de Tepito no pueden cubrir la demanda y parece cuestión de tiempo para que el gusto por este nuevo producto trascienda las fronteras del vecindario. Tristemente, Ontiveros no verá un solo centavo.  La naturaleza profunda de Tepito no perdona ni a sus hijos más brillantes.

Semejante revés habría desanimado a casi cualquiera, pero no a Ontiveros y a su madre. La madre sabía que su hijo estaba destinado a cosas mayores, y estaba dispuesta a trabajar doble turno para ayudar a Ismael a materializar sus ideas. En poco tiempo, el joven Ontiveros se encontraba ya trabajando en un nuevo proyecto: la bicicleta como publicidad dinámica. Su idea era que las ruedas de la bicicleta fuesen lienzos o pantallas circulares en las que configuraciones de LEDs formarían patrones, símbolos e imágenes publicitarias cambiantes. La energía de las LEDs sería generada por un imán posicionado en la periferia del rin de la llanta que se aproximaría y alejaría a una bobina colocada tras la pantalla, generando la suficiente corriente para encender las luces.

La correcta implementación de esta idea resultó mucho más difícil de lo que originalmente pensaron. El problema estaba en la coordinación de las LEDS: la sincronía necesaria para formar patrones coherentes eludía los esfuerzos de Ontiveros, y el resultado, invariablemente, era un despliegue aleatorio de parpadeos multicolores.

Sabemos que en el último año de vida de Eduardo Ismael Ontiveros éste salía con frecuencia de la ciudad.  Decía estar en busca de serenidad y un chispazo; su diario describe largos paseos por los bosques y lagunas en los alrededores de la capital.

Lo que el folklore electrónico y la imaginación popular han hecho de Ontiveros es historia aparte. La imagen del ciclista envuelto en luciérnagas que es impactado en la cabeza por un relámpago se ha esparcido por el mundo e incrustado en el léxico/bestiario del internet. De Loreto a Kioto, todos han visto al menos una vez alguna de las versiones de su muerte (deformada y reducida a un ícono, a una broma). El hombre luciérnaga, el ciclista del relámpago, son ya tan famosos como el gato gruñón o el Dalai Lama.

No obstante hay que admitir que los hechos de su deceso no están tan lejos de la leyenda. El peritaje declara que “alrededor de las 9 p.m. del día 23 de abril del año en curso, el hoy occiso muere a causa de un paro cardio-respiratorio como consecuencia de una descarga eléctrica… fenómeno ocasionado por un dispositivo electromagnético circular implementado en la bicicleta del sujeto, cuya función se especula reprodujo las condiciones propicias para la atracción de una centella.” Un documental de factura reciente cuenta con el testimonio de un automovilista que clama haber visto a Ontiveros salir disparado de un sendero boscoso frente a él y su esposa la noche en que muere.  El hombre relata que durante años él y su mujer creen haber presenciado algún tipo de fenómeno paranormal; el espectáculo de un hombre que atraviesa la noche montado en una bicicleta que emite un revoltijo de luces y es perseguido por otras más no se racionaliza fácilmente.

El próximo año marca el décimo aniversario de la muerte de Ismael Ontiveros. Hoy nos preguntamos, qué habría pensado él de su fama póstuma; de la compañía checa que sacará al mercado global una marca de bicicletas eléctricas bautizada con su nombre; de la creciente cantidad de artistas que hoy montan exhibiciones inspiradas en su vida y obra.

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