Su voz de largas patas
La televisión frente a mí como un sapo histérico.
Ungida caigo, callo, me entrego,
acumulo viento en la cabeza.
Su voz reparte juicios, arroja serpientes y filosos relatos de cocina.
Su voz de dientes chiquitos goza royendo el relicario,
avivando el gris de las últimas horas, desollando las flores domésticas.
Su voz: largo pico de metal tortura pechos desnudos,
arrastra por el hielo una pierna siniestra.
Su voz de largas patas abate rostros como un montón de escarabajos.
Yo me rio. Desmorono mi vejez en el sillón.
Catedral
Hilera de limosneros,
bestia marchita entre cueros curtidos.
Allá, el sonido de las nubes,
un gallo clandestino, cortinas de metal y
el llamado a misa que ya no alude a nadie.
Story board
Un par de gatos.
Un halcón azul.
Una sombra.
Pinza de joyero eligiendo su rubí.
Canción de cuna
Amontonan lágrimas de niñitos,
amontonan niñitos con lágrimas,
amontonan, con calma de loco,
igual niñitos que lágrimas.
Desconectada
A espaldas del Big data
sobre un fugaz malabarismo de estrellas
ejercito la malicia bajo el vestido agrietado.
Los dientes sucios del viento toman mis horas.
Un misal entre las piernas, calcinándome,
hostiga el pudor repentino de los demonios.
Los dragones domesticados dibujan ojitos vigilantes a las lunas plomizas.
Y la dicha delgada de un inquietante azul.
El receptáculo de ángeles y alimañas me pregunta en qué estoy pensando,
dice que hace tiempo que no sabe de mí.
Se me ocurre fundar el club de la esperanza
para elevar el índice de felicidad interior bruta,
hablar sobre el retorno inminente del Leviatán,
encerrar al mundo en una gota de rocío.
No tarda la cosecha de manitas, corazones y caritas tristes.