Oración
Danos la paz de tus gallinas
que revolotean con gripa en el corral.
Danos la fuerza del termómetro
y del verdugo bueno que te escucha.
Danos la sabiduría que se desborda como el humo espeso de tus fábricas
la sabiduría que resplandece
como el vacío en las canicas que relevan a los ojos de los tuertos.
Danos la claridad del hielo en el martini.
Danos la verdad de la música
y la obediencia de las frutas.
Danos el amor
de tus plantas carnívoras
ese amor lento
de las tortugas que desovan
y luego nadan en tu océano
con la cabeza atorada
en tus anillos de plástico.
Doña Jose
Quise escribir un poema acerca de mi abuela
y apenas llegue a un listado
de anécdotas casi tiernas
y casi memorables.
Ahora que pongo a calentar
un poco de agua en la olla
se me ocurre que si el agua hirviendo
tuviera conciencia de sí
seguro pensaría que arde
y se convierte en vapor
porque ella misma lo decide.
Sistema
Ser como tú desapegado
como el jabón que se resbala
con la frescura de un pez entre el arroz.
Confiado como los ciegos en el metro
o como el niño que se deja cargar por los extraños
para alcanzar el mingitorio.
Caminar torpes o no sin estructura
con la calma imprudente de los limpiavidrios
que en un andamio suspendido se olvidan del trapo
y comen pensando en cualquier cosa.
Así me gustaría dejarme ir
a veces Pancho
como un cartílago que cede.
Con la cordura de las naranjas
que pierden su equilibrio debajo de la lluvia.
Dejarme ir sin hacer muecas
con la congruencia
de algo en proceso sin colgar
o de algo roto que se deja ir
como ese hombre
que abandona tranquilo
la estrecha seguridad de sus certezas
y despeinado se pone a regar el jardín
a pesar de que intuye que todo esto se sostiene
por otras raíces
que no están.
LP
Como los sufíes
o la broca en la sien del matemático
el disco gira hacia su centro
para encontrar aquello que no puede explicar
el disco gira
hacia su propio ruido.
Kintsukuroi
A finales del siglo XV nació el Kintsukuroi
arte de reparar la cerámica rota
usando un barniz con polvo de oro que resalta las uniones.
Con el tiempo esta técnica adquirió tanto prestigio
que se acusaba a las personas de romper sus objetos a propósito.
Cuando leí sobre el Kinstukuroi pensé en ti
te vi en patines cayendo de espaldas y quebrándote el coxis.
Pensé en tus fobias
y en las prótesis dentales que tu madre manda hacer para sus clientes.
Pensé en el musgo y en las telarañas que se van formando
en la cercanía de los reactores nucleares
como frágiles y elásticos teoremas curvos
con la belleza terca
de tus orejitas quemadas.
La Alegría
de encontrar una marquesina cuando llueve
de un acuerdo prenupcial
del hula hula
la de la chica que arranca
la cera para depilar a su mejor amiga
y también
la que no quisiera sentir el hombre santo
cuando amarra a otro hombre a una silla
y lo deja caer desde el piso 37.
La alegría de los globos
rellenos de abejas
que revientan en una fiesta de cumpleaños
la de morder una pera
la de salirte con la tuya
la de esos niños
colgados de cabeza en el balcón
orinando confeti.