En el tendedero
Millie estaba en el patio trasero tendiendo la
ropa. Yo la veía desde la ventana de la
cocina. ¿Por qué encuentro tanto placer en esto?
Porque la amo de mil formas, y porque
amo la idea de la ropa lavada agitándose
en el viento. Es atemporal, un nuevo comienzo, una
promesa del mañana. ¡Pinzas para tender! Dios, amo
las pinzas para tender. Deberíamos aprovisionarnos de ellas.
Algún día podrían dejar de hacerlas y, ¿entonces qué?
Si fuera un pintor, pintaría a Millie tendiendo
la ropa. Esa sería una pintura que
te haría feliz, y te rompería el corazón.
Nunca te imaginarías que es lo que pasa por su mente, grandes
pensamientos, pequeños pensamientos, ningún pensamiento. ¿Acaso
vio al halcón dando círculos por encima de su cabeza? ¿Acaso
odia tender la ropa? ¿Se iba a escapar
con un marinero? Las sábanas ondeando como velas
de un antiguo esquife, los calcetines diciendo adiós.
Millie, oh Millie, ¿te acuerdas de mí? El hombre
que viajó con pañuelos de tela y te amó
en la gran tormenta.
Traducción: David H. Pérez