Raqueros
No debería de enseñar a nadar a un pato de tina.
Mejor recorrer la playa a destiempo y percibir
el ritmo de cada exhalación de los nadadores
cuando su boca todavía está en el agua.
En cambio llega la sensación de encontrar una oreja humana
a la orilla del mar rodeada por hormigas. La cámara
entra al fondo de la oreja. La cámara avanza mientras
empujo mi carrito de supermercado. Me sigue.
Me sigue y esa es mi victoria sobre el capitalismo.
Empujar un carrito de supermercado a la orilla
del mar es mi victoria sobre el capitalismo.
Empujar me da pereza. Imitar las imágenes a la orilla
del mar es mi pereza. Imitar a los bañistas y recoger
las monedas que los raqueros no alcanzaron al fondo
del mar es mi victoria sobre los turistas.
Los turistas sacuden la sal de sus cuerpos
a la salida del estacionamiento y olvidan
su dolor cuando observan ondular el estómago
de los niños que ayuda a predecir con exactitud
la temperatura y agitación de las respiraciones.
Estoy, en este momento, grabando en cámara lenta
los granos de la arena y los comparo con un apiario.
El lenguaje es un apiario formando un círculo.
Su ritmo también es monótono como un círculo.
Igual de valioso que jugar al tenis para mantenerse ágil.
La victoria de las tablas de surf es viajar como
reinas de la primavera en el techo de los autos.
La pereza es tratar de enseñar a nadar a un pato de tina.
Ser un pato de tina es la victoria del pato sobre la tina.
Muy seguro a la orilla del mar un raquero espera
y pesca un motor abandonado. Al fondo el sonido se hila
y suenan las olas como suenan todos los poemas con mar.
O casi todos.
Juan Antonio Alfaro. Nació en San Luis Potosí en 1991.
Imagen: James Ensor