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el ruido que insiste en mi cabeza es una partitura,
desde luego,
un poco ronca, como un caballo asustado,
pero,
lo más evidente es la circunstancia de donde
proviene
ese ruido que fragmenta el pensamiento.
viene
de no saber estar en el mundo
parado
en una simple mesa de madera con barniz,
para
ahuyentar esos pocos demonios mestizos
que
tienen nombres extraños y quieren ser legión,
aunque
hablen en lenguas extranjeras yo los comprendo
de a poco,
porque la sensación de mordedura y evisceración
es como
pelear con un sable sin filo contra esa suciedad blanca,
que agota
sólo de nombrarla, aunque sea en susurros.