Maurizio Medo. Slow Motion/Bullet Time

 

ESCENA 2: SLOW MOTION
Dejé a mi judío en una jaula
El mundo es el hogar de un huérfano
Estaría a salvo como el canario de
Broch, con las alas más cortas que
las uñas, y lejos de cualquier pesadilla
en la que pudiera encontrarme huérfano
aunque en verdad fuera un huésped,
perdido en el bosque de mi propia vida
Pudo haber escrito Broch al contemplar
la miseria del ave cautiva semejante a
la que padece la fe en una doctrina
Al pactar con el monstruo que está arriba
para sentirse a salvo

Como en la soledad

—Convengamos, ¿hubo una jaula?—apuntó Beichman

Opté por reemplazarla con la frase:

“dejé a mi judío detrás de un árbol cuyas
raíces se desprenden de la tierra
igual que un áisberg, ciego en medio
de una tormenta de arena”

Era otra triquiñuela

—La jaula, adonde mamá iba a dejar el alpiste
siempre estuvo vacía

Ella era la cautiva

No sé si lo supo o no Pero una vez gritó como
si en vez del canario se hubiera encontrado con
Un buitre que no existe en la historia,
sí en las fronteras

La jaula era un muro de pájaros en vuelo sobre
una rada de tablas dispuestas en el dormitorio
con tal de circuncidarme según la halajá

— ¿Y el judío?— Beichman se sobresaltó como
quien ve aparecer el cuerpo de un crimen
archivado por falta de pruebas— ¿eres judío?

—Yo no Papá lo descubrió cuando se cogía
a mamá después de abrirle las nalgas Los dos
desnudos mientras él jugueteaba con sus senos
sin haberse sacado la levita ¿sería el fetiche
exclusivo para su juego sexual?

El destino dejó de ser una víspera
Papá se marchó a  su tierra Es mentira la historia
de Adhara en la que él vuela arrastrado por
la tarasca monstruosa de un haboob,
es su mecanismo de defensa

“Llámame abba”, me exigió el viejo la
noche en que mamá se transformó en
el fantasma que ya era
Mi padre en un país y
yo en algo anónimo

Con todo el pasado por delante
para volver a comenzar de nuevo

“apátrida”, como dice
en mi cédula

 

 

ESCENA 9: Bullet time
En las circunstancias actuales la velocidad del tiempo
convierte al pasado en una variable del presente

Mientras, el coro de poetas indigentes becados en
Manhattan, detuvo su eterno estribillo

— La hiciste

Era una frase que los saicos se dedican cuando creen
haber obtenido el laudo mayor del sueño americano:

una mujer)

Tal vez por ello vivamos obligados a utilizar regularmente
cierto efecto de luz estroboscópica generando
un slow motion (antes exclusivo en los videojuegos)
y así explicarnos:

supongamos que estas palabras fueron editadas a través
de este mecanismo o que aparecen en 36 segundos
de temps mort, la inercia  es un recurso cada vez más
necesario pues la velocidad del relato—¿lo dije?—
parece construirse desde la ambigüedad de un mal entendido:
la distopía asoma después de los créditos
E incluso el poético makes nothing happen surge
derivado de las coyunturas

 

ZOOM: Estábamos con Ted, hubo un exceso de tensión
y la metáfora “el viento es el primero en saludar
al forastero” (para hablar de Suzanne) fue un desatino,
mal editado al borde de la imagen,

¿Debí hacer caso a la advertencia de las cartas como
lo hacían los oscuros reyes y cantar “yo soy el pasajero
de todo lo que se construyó por ti”?

Sin embargo —y esto no fue registrado— me volví
hacia ella inquisitivo:

 

— ¿Cómo puedes amar a un hombre que cree
en la verdad por lo que ve transcurrir en
una sola ventana? — y cuando ella sonrió
indulgente, añadí—y ni siquiera
consciente de sí mismo

Tampoco se registró el momento en el cual ella,
intrigada, titubeó con la frase “¿de qué cielo
vienes?” para que yo responda: “de ninguno

Me extinguí como los dodos, pero
vivo para llegar algún día  a Groenlandia”,

Aunque no la explica, este fue el origen de la
clave: ¿de qué color son las primaveras
en Alaska?”

Algo que ni ella ni yo conocimos

 

 

 

Maurizio Medo (Lima, 1965) Ha publicado Manicomio (1a. ed. 2005, 2a ed. 2007, 3era ed.2011, 4ta ed. 2013). Estos textos son parte de «Cuando el destino dejó de ser víspera. Obra reunida 2005-2015», Ediciones Liliputenses.

 

 

 

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