Poemas de Ana Estaregui. Traducción de Sergio Ernesto Ríos

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I

el corazón del buey sobre el fregadero

se va enfriando a medida

que el músculo absorbe

la frialdad del granito y le arroja

sus deseos de siempre, mitad viles

ardientes, como todo lo que era en él

pastos, pelos, las tetas espléndidas

de las vacas lecheras

y en poco tiempo todo lo suyo enmudece

se equipara al grado de la piedra

las arterias y venas

los espacios entre las aurículas, el heno, todo

 

II

la palabra ocupó toda la sala

silenció las ventanas, el radio de pilas

y los portarretratos

arrancó los libros del estante

produciendo tsunamis con las persianas

ahogó nuestras voces a nivel cero

y todos nos quedamos aplastados entre ella

y la pared, ella y el techo,

ella y las tablas de madera del piso

en el breve vaho de oxígeno libre

la palabra se pegó al sótano

y ahora pasamos nuestros días presos

mirándola, una estrella

 

III

me golpeé la clavícula el jueves

mientras abría el armario

el hueso me duele desde entonces

desperté el viernes con tortícolis

y los tendones de la mano izquierda inflamados

el sábado, lavando trastes, rompí dos vasos

choqué en el fregadero otro plato que se astilló

ayer, fue una copa

y además me saqué sangre de dos cutículas

mientras me cortaba las uñas del pie

esa misma noche dejé caer al suelo

un platón con sopa

que se destrozó

y dejé el pan quemarse,

hoy descanso, sola,

y hasta el momento sólo me quemé

la punta de la lengua

bebiendo café

 

IV

un caballo puede cambiar el curso

de un poema

es necesario no temerle

los saltos, los espacios vacíos

de cómo se acomodan entre sí

de cómo, sin fricción, producen luz

dice

deja tu cuerpo flotar

para que las letras paren frente a los ojos

es necesario que el día nos encubra

con alguna niebla pálida

y el humo de los automóviles forme

entre nosotros y las cosas

una especie de barrera vertical

casi transparente

y nos haga avistar de lejos los músculos tiesos

de una banda de animales que trotan

por entre los carros

 

V

¿qué sucedería con los poemas

si les agregáramos materia sólida

si, como en las canciones,

donde hay sonido voz cuerdas de metal

depositáramos

alguna savia y un poco de aire?

si lanzáramos sobre ellos

un puñado de semillas

y entonces nos sentáramos para esperar

por mucho tiempo

algún movimiento sutil

alguna oscilación inaudible

sólo un pliegue que fuera

sobre la página un pequeño rumor

de cualquier tipo, capaz de levantar

del suelo blanco alguna voz

lo que le sucedería a los poemas

si pudiéramos esperar un poco más

 

VI

si nunca hubieran existido

las metáforas

todavía podríamos cambiar

un puñado de cerezas

por el respaldo aún caliente

en el asiento trasero del carro

un bonche de papeles de sulfito

por dos o tres versos libres

por dos muelas del juicio

por cuatro incisivos

por el vuelo circular sin fin

de un zopilote

por un paquete de carbón mineral

por un libro sin portada

por una imagen fosca de un submarino japonés

por una magnolia blanca

aún podríamos cambiar

una petición de disculpas

por un helado de avellana

si nunca hubieran existido las metáforas

aún podríamos cambiar el silencio

por un vaso de leche

 

 

Ana Estaregui (Sorocaba, 1987). Graduada en artes visuales y maestranda en literatura y crítica literaria por la PUC-SP. Es autora de los libros Chá de Jasmim (Editora Patuá, 2014) y Coração de boi (7letras, 2015).  Aparece en la antología Uma alegria estilhaçada, poesia brasileira 2008-2018 (Escamandro & Macondo, 2020) de Gustavo Silveira Ribeiro. En 2018 recibió el Prêmio Governo de Minas de Gerais de Literatura en la categoría de poesía. Actualmente realiza talleres de creación poética.

Sergio Ernesto Ríos  (Toluca, 1981). Es director de Grafógrafxs revista de literatura de la Universidad Autónoma del Estado de México. Publicó Larga oda a la salvación de Osvaldo (UANL, 2019), en coautoría con Minerva Reynosa, El ganador del primer premio del centro de estudios interplanetarios (Periferia de escribidores forasteros, 2019), máquina portadora de cabezas (edición digital, 2018) Quienquiera que seas (FOEM, 2015), Brazuca (Palacio de la fatalidad, 2015), Obras Cumbres (Bongobooks, 2014), La czarigüeya escribe (Editorial Analfabeta, 2014), en coautoría con Diana Garza Islas, Muerte del dandysmo a quemarropa (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012) y Mi nombre de guerra es albión (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010).

Tradujo del portugués Boa sorte, 7 poetas brasileñas (Grafógrafxs, 2020), Bruno Brum a ritmo de aventura de Bruno Brum (Palacio de la fatalidad, 2017); Droguería de éter y de sombra (Palacio de la Fatalidad, 2014) de Luís Aranha; Oda a Fernando Pessoa (Palacio de la Fatalidad, 2017), Paranoia (Palacio de la Fatalidad, 2013) y Voy a moler tu cerebro (Red de los poetas salvajes, 2010) de Roberto Piva; la antología de poetas brasileños nacidos en los ochentas Escuela Brasileña de Antropofagia (Kodama Cartonera, 2011). Tradujo del inglés, con Diana Garza Islas, Una noche, senté a Donald J. Trump en mis rodillas/Y otras teorías estéticas del siglo XXI (Oficina Perambulante y Palacio de la Fatalidad, 2017), a partir de un ejercicio de Chris Rodley.

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