Un adiós portugués. Alexandre O’Neill

 

MARTELOS AGALOPADOS

 

 

Un adiós portugués

Alexandre O’Neill

 

 

En tus ojos altamente peligrosos

se fortalece aún el más riguroso amor

la luz de hombros puros y la sombra

de una angustia ya purificada

 

No tú no podías quedar presa conmigo

a la rueda en que me pudro

nos pudrimos

a esta pata ensangrentada que vacila

casi medita

y avanza mugiendo por el túnel

de un viejo dolor

 

No podías quedarte en esta silla

donde paso el día burocrático

el día a día de la miseria

que sube a los ojos llega a las manos

a las sonrisas

al amor mal deletreado

a la estupidez a la desesperación sin boca

al miedo perfilado

a la alegría sonámbula a la vírgula maniaca

del modo oficinista de vivir

 

No podías quedarte en esta casa conmigo

en tránsito mortal hasta el día sórdido

canino

policial

hasta el día que no viene de la promesa

purísima de la madrugada

sino de la miseria de una noche engendrada

por un día igual

 

No podías quedarte presa conmigo

al pequeño dolor que cada uno de nosotros

lleva dulcemente de la mano

a este pequeño dolor a la portuguesa

tan manso casi vegetal

 

Pero tú no mereces esta ciudad no mereces

esta rueda de nausea en que giramos

hasta la idiotez

esta pequeña muerte

y su minucioso y puerco ritual

esta razón absurda nuestra de ser

 

No tú eres de la ciudad aventurera

de la ciudad donde el amor encuentra sus calles

y el cementerio ardiente

de su muerte

tú eres de la ciudad donde vives por un hilo

de puro azar

donde mueres o vives no de asfixia

sino a manos de una aventura de un comercio puro

sin moneda falsa del bien y del mal

 

En esta curva tan tierna y lancinante

que va a ser que ya es tu desaparición

te digo adiós

y como un adolescente

tropiezo de ternura

por ti.

 

 

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

 

 

 

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