Te encontré en un baldío
y no entiendo
quién descarta
algo tan bello
y sin marcas
de abuso
o varios
tipos de violencia
racionada
que nadie nota
hasta que la grieta rompe
la fachada
y los gritos
se escuchan
en el campanario.
No eres la típica cabeza
que leyó a Hegel
y se sintió tomada del pelo.
Lo digo porque las conozco de cerca
de haberlas besado
en los bares
para probar
si servían
y siempre me fui
sin comprar nada.
¿Eres un baúl lleno de estampas?
Si es así
no conozco ninguna.
Acaso todos tus aviones
están de cabeza.
Pero así soy yo,
que te quiero excepcional
y sin nadie
que te reclame.
Pero tampoco quiero
que te creas la gran cosa.
No eres ningún misterio
en la habitación de los mapas.
No eres un nuevo mundo
lleno de cabezas
que colgar.
Ni tampoco eres
un catálogo de promesas
rotas
como lotes baldíos.
Si fueras tan interesante,
te lo apuesto,
no estarías aquí
sin lengua,
hablando conmigo.
Cualquier otro
ya te habría dado un nombre,
pero yo te quiero
sin saber cuál de tus lados
va hacia arriba.
Tienes suerte
de estar conmigo.
Porque yo no soy como los demás.
Se necesita valor
para no asignar un valor
pero luego nadie
lo aprecia.
Y no me veas así.
Yo no espero nada.
Aunque igual
a la larga
podrías aprender
a quererme.
Eduardo Padilla es autor de esto y aquello.
Imagen: Francis Bacon